Cuando le preguntamos a los padres que es lo que quieren para sus hijos la respuesta que escuchamos con más frecuencia es que quieren que estos sean felices.
Parece que lo que realmente nos gustaría es evitar a toda costa que nuestros hijos lloren o sufran por algo, nos convertimos en generadores de alegrías y de situaciones para que los más pequeños no experimenten la frustración.
Nos esforzamos por hacer que los días pasen como si de estar en un parque de atracciones se tratara. El colegio, actividades extraescolares, paseos, juegos e incluso acceso a dispositivos tecnológicos se convierten en aliados a la hora de procurar la tan soñada felicidad.
Sin embargo es importante señalar que el concepto de felicidad es diferente al de diversión y allí comienza la primera paradoja
La felicidad es un estado emocional positivo y duradero que se caracteriza por la sensación de bienestar y satisfacción. La felicidad puede ser el resultado de varias cosas, como tener relaciones saludables y significativas, alcanzar metas y una vida equilibrada. La felicidad es una emoción profunda y duradera que puede ser una parte integral de la vida de una persona.
Por su parte, la diversión es una emoción temporal y superficial que se caracteriza por la sensación de alegría y placer que experimentamos al hacer algo que nos gusta o que nos resulta divertido y aunque puede ser una parte importante de nuestra vida, no es necesariamente una parte integral de nuestra felicidad a largo plazo.
Si de verdad queremos hijos más felices deberíamos comenzar por brindarles herramientas que les permitan comprender y trabajar en función de esa felicidad soñada.
Un buen primer paso para esto es desarrollar su inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es para Daniel Goleman (Estados Unidos), conocer las propias emociones, manejarlas, motivarse a uno mismo, reconocer las emociones de los demás y finalmente, establecer relaciones. Y en 1998 la re-define como “la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, para motivar y gestionar la emocionalidad en nosotros mismos y en las relaciones interpersonales”.
De esta definición queremos extraer dos aspectos fundamentales. El primero es reconocer las propias emociones, identificar cómo nos sentimos aquí y ahora y qué es lo que nos hace sentir de esta manera. En segundo lugar el término gestionar, es decir que hago y como hago las cosas con esto que estoy sintiendo. No solo se centra en entender lo que sucede en mí sino de que manera afecta al otro y de qué forma lo vive y siente el otro.
5 elementos claves de la inteligencia emocional
Autoconciencia
Tener un profundo entendimiento de nuestras emociones y de los impulsos que las provocan para reaccionar ante ellos de una manera positiva.
Autorregulación
Controlar las emociones que generan negatividad —ansiedad, tristeza, ira, etc.—. No se trata de reprimirlas porque tienen su utilidad, sino de encontrar el equilibrio para no ser prisioneros de ellas.
Automotivación
Las personas emocionalmente inteligentes se caracterizan por sacar la voluntad y la fuerza necesaria para alcanzar sus objetivos. El optimismo es un requisito imprescindible para alcanzar metas.
Empatía
Es clave tener la capacidad de ponerse en la piel del otro, entendiendo sus sentimientos y motivaciones sin asumirlos como propios.
Habilidades sociales
Implica relacionarse con las personas del entorno para buscar no solo nuestro propio beneficio, sino también el de los demás.
Cómo desarrollar la inteligencia emocional en niños
Dá ejemplo. Toma en cuenta que los niños usarán a sus personas favoritas o de referencia como modelo a seguir. Por ello es importante que sea ejemplo para ellos. Generalmente escondemos nuestros sentimientos frente a los más pequeños porque creemos que podemos generar en ellos sentimiento de angustia o para que no nos vean vulnerables, sin embargo el querer mostrarles siempre que somos fuertes y poderosos nos convierte en seres irreales y a veces lejanos. Hablar de nuestras propias emociones nos hace humanos y les permite a los más pequeños descubrir sus propias emociones.
Demuestra empatía: escucha y acompañalos cuando tengan un problema o no se sientan bien. Ayúdanos a expresar con palabras cómo se sienten. Busca junto con ellos a identificar esas situaciones que los hacen experimentar los diferentes sentimientos.
Demuestrales que son importantes para ti: Resalta lo importantes que son tus hijos en tu vida. Da importancia a todo lo que te quieran contar, busca el momento para hablar de lo que les ha pasado durante el día. Preocúpate de su silencio y explora si hay algo que no quieran compartir contigo.
No desestimes sus sentimientos ni los juzgues. Todos tenemos diferentes formas de percibir la vida y de sentir sus propias emociones. No hay una buena o mala forma de sentir solo son formas diferentes de sentir y podremos cambiar a medida de que nuestras experiencias de vida van sucediendo.
Además de la empatía, es imprescindible potenciar otros valores como la cooperación, la socialización, la asertividad, la resiliencia, el gusto por estar con los demás y disfrutar de la compañía de otros, para que sirvan de escenarios donde expresar lo que experimentan en su interior.
Actividades para trabajar con niños la inteligencia emocional
- Mi cara en el espejo. Con un espejo podemos pedirle a los niños que hagan expresiones con su cara con diferentes emociones.
- Cuento sobre emociones. Leer cuentos sobre emociones y hacer preguntas a los niños y niñas para que identifiquen cómo se sienten los personajes.
- Juego de “la pelota de las emociones”. pasamos una pelota varias veces y cuando determinemos que hay que parar le pedimos al niño que digan una emoción que estén sintiendo en ese momento.
- Juego de roles. Enseñar a los niños y niñas a actuar diferentes situaciones para que puedan practicar cómo expresar sus emociones. Por ejemplo, pueden actuar una situación en la que se sientan enfadados y otra en la que se sientan tristes.
- Juego de la emoción secreta. Escoger una emoción y pedirle a los alumnos que la representen sin decir cuál es, y los demás tienen que adivinarla.
- Juego de agradecimiento. Pedirles a los niños y niñas que piensen en algo por lo que estén agradecidos y compartirlo con los demás. Esto les ayudará a reconocer y apreciar las cosas positivas de su vida.
- Juego de “mi día”. Pedirles a los niños y niñas que dibujen o escriban cómo ha ido su día y cómo se sintieron en diferentes momentos. Esto les ayudará a reflexionar sobre sus emociones y reconocer qué situaciones les generan malestar o bienestar.
- Juego de la ruleta de las emociones. Hacer una ruleta con diferentes emociones y pedirle a los niños y niñas que cuenten una situación en la que se sintieron de esa manera.
- Identificar emociones. Consiste en mostrar diversas imágenes con expresiones faciales y preguntar a los niños qué emoción está sintiendo.
- Juego de meditación guiada. Guiar a los niños y niñas en una meditación para que aprendan a relajarse y a conectar con sus emociones. Los ejercicios de mindfulness para niños también son una buena opción para ayudarles a gestionar el estrés.
- Juego de resolución de conflictos. Pueden practicar mediante juegos de rol en los que simulan diferentes situaciones de conflicto para encontrar soluciones juntos.
Importancia de la inteligencia emocional para los niños
- Mejora la salud mental. ayuda a los niños a comprender y controlar sus emociones, lo que les permite manejar el estrés, la ansiedad y la depresión de manera efectiva.
- Mejora las relaciones interpersonales. Ayuda a los menores a comprender y responder a las emociones de los demás, lo que les permite relacionarse de manera más efectiva con sus amigos, familiares y compañeros de clase.
- Mejora el rendimiento académico. Los niños con una alta inteligencia emocional suelen tener un mejor rendimiento académico, ya que tienen una mayor capacidad para mantenerse enfocados en sus tareas y para manejar el estrés y la presión.
- Prepara a los niños para el éxito futuro. Es una habilidad importante para el éxito en la vida, ya que ayuda a desarrollar la capacidad de comunicarse de manera efectiva, trabajar en equipo y resolver problemas.
Ayudar a los niños a adquirir las habilidades que necesitan para aprender a manejar sus sentimientos es una tarea que debe empezar desde los primeros años de vida. Un buen manejo de su inteligencia emocional contribuirá a que se conviertan en personas empáticas y capaces de controlar sus propias reacciones y conductas. Y posibilitará un desarrollo pleno de su personalidad y autoestima.